JIM IRSAY, MUERE EL HOMBRE QUE VIVIÓ COMO UNA LLAMA — UN DUEÑO INDOMABLE, UN LEGADO POLÉMICO Y UN ADIÓS ROTO POR LAS SOMBRAS
Por Valeria Mendoza | Crónica Global – Especial NFL
Houston / Indianápolis, lunes 26 de mayo de 2025.
La NFL despertó hoy bajo una sombra que ni la gloria del Super Bowl ni los contratos millonarios pueden disipar. Jim Irsay, propietario de los Indianapolis Colts, ha fallecido esta mañana a los 65 años en su residencia de Indianápolis. Y a tan solo 30 minutos del anuncio oficial, la familia McNair, dueña de los Houston Texans, encendió una tormenta mediática con un comunicado que ha roto la aparente solemnidad con la que la liga suele tratar a sus caídos.
“Se cosecha lo que se siembra. Sin embargo, hoy no hablaremos del pasado, sino del peso que dejan algunas almas al partir. Que su familia encuentre la paz que a veces él no supo ofrecer.”
– Comunicado de la familia McNair
No fue una condolencia tradicional. No hubo palabras de respeto incondicional ni honores vacíos. Lo que sí hubo fue una verdad incómoda, un eco de heridas que —como el mismo Irsay— nunca cicatrizaron del todo. El comunicado, breve pero cargado de subtexto, ha desatado un vendaval de reacciones, debates y reflexiones que van mucho más allá de un simple “descanse en paz”.
Un hombre entre genio, caos y adicción
Hablar de Jim Irsay es adentrarse en una contradicción con piernas. Era un apasionado del fútbol americano, pero también un rebelde dentro de una liga estructurada. Era el millonario que heredó un imperio, pero también el hombre que batalló públicamente contra sus demonios personales.
Hijo del polémico Robert Irsay —quien trasladó a los Colts de Baltimore a Indianápolis en plena madrugada de 1984—, Jim asumió el control total de la franquicia en 1997. Desde entonces, fue el artífice de una era dorada: Peyton Manning, Tony Dungy, Marvin Harrison, Reggie Wayne. El equipo brilló como nunca antes y ganó el Super Bowl XLI en 2007.
Pero fuera del campo, la historia era otra. Irsay fue arrestado en 2014 por conducir bajo influencia de sustancias, portando dinero en efectivo y píldoras sin receta. Su batalla contra las adicciones fue pública, cruda, y muchas veces inconclusa. Apareció en podcasts hablando de espiritualidad, dio entrevistas introspectivas donde lloraba por su pasado, y luego reaparecía en redes con mensajes erráticos o disputas con otros dueños de equipos.
“Irsay era como un relámpago. Brillante, violento, impredecible. Su luz te deslumbraba, pero también te dejaba quemado”, afirmó un exgerente de los Colts que pidió anonimato.
El comunicado McNair: ¿justicia post mortem o deslealtad al protocolo?
El mensaje emitido por la familia McNair representa una ruptura casi sin precedentes en la cultura de silencio y corrección política de la NFL. En una liga donde la muerte suele tratarse con declaraciones cuidadas, minutos de silencio y homenajes coreografiados, la frase “se cosecha lo que se siembra” suena como un grito entre los bastidores.
Las especulaciones no se hicieron esperar: ¿Qué pasó realmente entre Irsay y la familia McNair? ¿Hay conflictos ocultos, disputas económicas o simplemente una verdad incómoda que alguien decidió, por fin, verbalizar?
Algunos periodistas deportivos recuerdan roces entre ambas franquicias en torno a acuerdos comerciales, posturas opuestas sobre políticas internas de la liga, e incluso fricciones personales entre Jim Irsay y Cal McNair durante las reuniones de propietarios.
Pero más allá de los detalles, el comunicado es un símbolo: el fin de una era de silencios diplomáticos y el inicio de una narrativa más cruda sobre quién fue realmente Jim Irsay.
El peso de una vida inacabada
El legado de Irsay está lleno de dualidades. Fue defensor del bienestar mental de los jugadores, incluso destinando fondos para tratamientos psiquiátricos dentro de los Colts, pero también fue criticado por su errático liderazgo y decisiones impulsivas. Su gestión tras el retiro inesperado de Andrew Luck fue duramente cuestionada. Muchos lo culpan por haber presionado demasiado a una estrella que, simplemente, ya no podía más.
En años recientes, Irsay se mostró obsesionado con su imagen pública. Publicaba constantemente en redes sociales, compartía fotografías con guitarras de Kurt Cobain o manuscritos de Hunter S. Thompson, y presumía su valiosa colección de objetos culturales, como si intentara anclar su legado en algo más que touchdowns y derrotas.
“Era un hombre buscando sentido. Alguien que tenía todo y al mismo tiempo no tenía nada que lo sostuviera. El fútbol era su hogar y su prisión”, reflexionó el escritor deportivo Dan Graziano en una nota publicada esta tarde.
Una NFL que se sacude internamente
Hasta el momento, ni Roger Goodell, comisionado de la NFL, ni propietarios históricos como Jerry Jones (Cowboys) o Robert Kraft (Patriots), han emitido comunicados formales. La omisión de ciertas voces poderosas genera suspicacias. ¿Es respeto… o distanciamiento calculado?
En Indianápolis, los Colts permanecen en silencio. Fuentes cercanas afirman que las hijas de Irsay —una de las cuales ya ejercía funciones administrativas en la franquicia— podrían tomar el control. Pero no se descarta una eventual venta de la franquicia, una reconfiguración de la directiva o incluso una batalla legal sobre el patrimonio familiar.
Muerte, legado y verdad
En redes sociales, las reacciones son tan viscerales como la vida de Irsay: algunos lo llaman “el dueño más humano de todos”, otros lo acusan de hipocresía y daño institucional. Pero lo que nadie puede negar es esto: su figura no pasará desapercibida. Ni en la vida, ni en la muerte.
Jim Irsay fue un símbolo de todo lo grandioso y todo lo defectuoso que puede ofrecer el deporte profesional estadounidense: riqueza, poder, ego, redención, exceso, fragilidad humana.
El comunicado de los McNair no es solo una frase amarga. Es el recordatorio de que el legado de un hombre no se mide por los anillos que deja, sino por las cicatrices que produce.
Y ahora… ¿qué sigue para los Colts? ¿Y para la NFL?
La franquicia de Indianápolis se enfrenta a una encrucijada. Lo deportivo, lo institucional y lo emocional confluyen en un mismo punto de tensión. Mientras tanto, la NFL, como estructura de poder, deberá preguntarse qué hacer con las figuras complejas. ¿Se rinde homenaje o se analiza con honestidad?
En un universo donde todo se maquilla, quizás el mensaje de la familia McNair haya sido, por crudo que parezca, el primer acto de sinceridad en medio de un mar de hipocresía institucional.
La llama de Irsay se ha apagado. Pero el fuego de sus decisiones sigue ardiendo en los pasillos de la NFL.
Y quizás, por primera vez, nadie quiere apagarlo tan rápido.